Futuro como sinonimo de olvido.
Por: Fredy Prado Gutiérrez
Est. Licenciatura en Literatura
Si voz y memoria tuviera la Plaza de Caicedo; si sus instalaciones u ornamentos narraran tantas conversaciones asistidas bajo el cobijo de sus altas palmeras, con seguridad contarían que por más de setenta años gran cantidad de estas tertulias las escucharon acompasadas por el tableteo de viejas máquinas de escribir accionadas por los tinterillos de la Plaza, quienes ocho décadas atrás iniciaron la labor de redactar a martillazos tipográficos el trámite de documentos contables, tributarios, jurídicos y cartas de amor.
La plaza epicentro de esa génesis hoy carece de estos chuzógrafos. Hace siete años voluntades gubernamentales los desalojaron y reubicaron en el Parque de los Poetas. Ahora el presente enfrenta su labor a la incertidumbre y los retos del mañana.
Regresar a la Plaza de Caicedo o renovar el comodato para permanecer en el lugar que hoy trabajan, adaptarse a la tecnología para continuar la senda del servir público y seguir siendo parte de las transformaciones de la ciudad sin desaparecer en el proceso, son algunas de las preocupaciones de estos treintaiséis escribanos públicos que a diario ubican sus mesitas, extienden sus sombrillas y teclean sus mecanógrafas como continuación de un legado histórico de subsistencia y servicio a la comunidad.
En el inventario de la Memoria
La Plaza de Caicedo desde la fundación de la ciudad ha sido foco de la vida pública, comercial y política de los caleños. En sus principios fue plaza de mercado y luego parque estilo europeo con rejas de hierro forjado; durante la Colonia, conocida como Plaza Mayor y Plaza de la Constitución hasta 1913, ofició grandes espectáculos; en 1910, con bombillas le remplazaron las velas de cebo y las lámparas de petróleo que la iluminaban, exhibiendo por primera vez para la ciudad la luminosidad de la luz eléctrica.
Allí conformaron y organizaron las tempranas batallas de las Ciudades Confederadas (Anserma, Buga, Cali, Caloto, Cartago y Toro); así Joaquín de Caicedo y Cuero e Ignacio de Herrera y Vergara, pioneros de la independencia de Colombia, protagonizaron la redacción del Acta del 3 de julio de 1810, documento firmado por la elite criolla de la región para expresar su desacuerdo con la administración de la Corona y su apoyo al rey Fernando VII; esta independiente proclama se adelantó diecisiete días al histórico grito libertario promulgado en la actual Santafé de Bogotá. Las redacciones libertarias realizadas en la Plaza de Caicedo fortalecieron la causa independentista colombiana y son el argumento primigenio de la existencia de la labor de sus actuales Escribidores, tarea realizada por más de setenta años en compañía de emboladores y loteros, también desplazados del lugar.
El oficio como escuela
Hace treintaiocho años Germán Martínez se inició en el negocio. Recuerda que su tío Edgard, escribano de la plaza desde 1954 de quien heredó el legado, dejaba al medio día a su cargo el modesto negocio para ir a almorzar, momento que él aprovechaba interrumpiendo el descanso de la máquina para practicar su inexperta chuzografía con la redacción de documentos imaginados. Por ese entonces él era el chico de los mandados de quienes hoy es vocero y colega: madrugaba a hacer diligencias al Palacio Nacional, hacía largas filas para sellar declaraciones de renta, iba a Casa Java por papelería y entregaba documentos en oficinas. Así aprendió el oficio. ‘‘Esta labor ha sido mi sustento, he mantenido mi hogar, criado y dado estudio a mis dos hijos. No tengo dinero pero tampoco aguanto hambre’’, cuenta Germán Martínez mirando su desgastada máquina Facit mientras asegura: ‘‘es una de las mejores para este oficio’’, tan eficiente aliada en sus redacciones como sus antiguas mecanógrafas de abanico y sus míticas Underwood, Olivetti, Remington y Brother, que descansan en sus recuerdos. Para Germán su autodenominada profesión de ‘‘Asesor Auxiliar Público Tributario’’ está al servicio de la comunidad, en especial de quienes no tienen capacidad de pago, argumenta que su ‘‘trabajo da a estas personas la posibilidad de obtener la misma documentación narrada o escrita por un abogado o contador público. Derechos de petición, comentarios para cualquier clase de evento legal a realizarse o realizado, respuestas a demandas, redacción de tutelas, declaraciones de renta, memoriales; todos éstos se redactan en estas maquinitas, la diferencia es el precio, acá se cobran sumas muy inferiores, por eso las personas nos buscan’’.
Estos servidores públicos han ganado, gracias a la tradición de su labor, la experiencia y el prestigio para garantizar su trabajo. La mayoría no han cursado estudios secundarios, otros pocos alternando sus conocimientos empíricos con estudios universitarios lograron profesionalizarse y se marcharon. Sin embargo, quienes sólo han cursado primaria el tiempo los ha capacitado para redactar de la mejor forma los documentos solicitados por los usuarios, una escritura tan fiable como la de un titulado; en su día a día han aprendido el lenguaje, los artículos y argumentos necesarios para hacer bien su trabajo.
Sin dar la espalda al pasado mirar el futuro
La conservada imagen de estos tinterillos, sus máquinas, parasoles, mesitas y asientos plegables, son un retrato detenido en el tiempo, una suerte de vitrina del museo vivo de la memoria que respira al ritmo de sus observantes. Lejos queda esa Plaza de Caicedo que al mejor estilo del Portal de los Escribanos Garciamarquiano, recibía a implumes campesinos en busca de escribas para sus cartas de amor, un escenario propicio para exhortar el drama de Fermina Daza y Florentino Ariza, quien impotente ante su lirismo de amor se dedicaba a redactar epístolas de amores desaforados a nombre de corazones incapaces de proferir sus pasiones.
"La conservada imagen de los Escribidores, sus máquinas,
parasoles, mesitas y asientos plegables, son un retrato
detenido en el tiempo, una vitrina del museo vivo de la memoria
que respira al ritmo de sus observantes”.
Los Escribidores tienen claro que su oficio con el tiempo seguramente no desaparecerá, pero saben de la necesidad de dar el salto hacia la contemporaneidad tecnológica, los computadores, dicen, les han quitado mucho trabajo y al parecer está cerca el augurado remplazo de su potente chuzografía por un digitar delicado sobre uno de ésos.
Quizá el tiempo ya ha preparado suficiente el camino para que sus oxidadas máquinas depongan el martilleo de sus bracitos esqueléticos ante las impresoras digitales. El problema como manifiesta Martínez ‘‘son las personas de edad: no conocen un computador y no quieren conocerlo. Seguro la prioridad del trabajo y la subsistencia van a hacer que tomen cursos y aprendan a manejarlos’’. Estas máquinas se resisten a quedar atrás, son el capital de su trabajo, antaño era casi imposible poseerlas y las tomaban en alquiler comprometiendo la mitad de sus ganancias con el propietario. Con la modernización de notarías y juzgados éstas salieron de las oficinas e integraron el paisaje de la plaza, sus valores rematados fueron asequibles para los Escribidores.
A estos servidores públicos no los inquieta el futuro de su oficio, más sí el lugar donde han de ejercerlo, aseguran que su gremio “tiene muchas raíces, ha crecido con el pueblo y donde estén los buscan”, por eso el espacio para laborar es un asunto urgente de concretar.
Retorno o renovación del Comodato
Esta intranquilidad inició en el 2005 cuando se programó la reforma y remodelación de la Plaza de Caicedo, ‘‘fue una mentira, fuimos ingenuos, nos reubicaron en la Calle 12 entre carrera 1a y 4a con los lustrabotas y los loteros mientras hacían los arreglos, regresaríamos una vez terminaran, pero no fue así, no nos dejaron ingresar. Allí duramos dos años hasta que los comerciantes del sector se quejaron, entonces hubo unas mesas de concertación con la Alcaldía y Secretaria de Gobierno y nos reubicaron en comodato aquí con los poetas, a los loteros en la Calle 12 entre 3a y 4a, y los lustrabotas en el sector del Paseo Bolívar bajando el puente, pero ellos al final se han regresado a la Calle de la Lotería”.
Según Germán Martínez, vocero y regente de la Asociación de Auxiliares Tributarios de la Plaza de Cayzedo, Atribucay, agremiación con Personería Jurídica reconocida por la Alcaldía en la Resolución No. 0115 de 24 de enero de 1985, han cumplido con el compromiso de recuperación, limpieza y orden del Parque de los Poetas tal como se estipuló en el comodato por cinco años No. 416121068 de marzo 9 del 2007, el cual al expirar el próximo mes intentarán renovarlo. El asunto al parecer no será sencillo, ‘‘el nuevo alcalde piensa limpiar la zona céntrica de vendedores y dejarla peatonal, pero nosotros no somos vendedores, somos servidores públicos’’ enfatiza el vocero de Atribucay, señalando que en un comienzo el objetivo era el retorno a la Plaza de Caicedo, pero ahora se sienten mejor donde están.
"Desde ya se preparan
para las conversaciones
con las Autoridades
Municipales, tendientes a
conciliar el ejercicio de su
actividad sin golpear lo logrado
en ochenta años de servicio a
la comunidad”.
También argumentan su derecho de retorno a la plaza basados en el reconocimiento de ésta con sus habitantes como Patrimonio Histórico de la ciudad, se consideran parte del paisajede la misma, su oficio nació allí. También se apoyan en el Decreto Municipal 1284 de 1991 firmado en la administración del alcalde Germán Villegas, el cual en su artículo 9º reguló las licencias para ventas ambulantes, estacionarias o vehiculares, entre otros lugares, en la Plaza de Caicedo, el cual en sus parágrafos 1 y 2 exceptúa a los escribientes, loteros y emboladores de la Plaza de Caicedo. Hasta el momento todo es incierto, los Escribidores no tienen claro que va ha de pasar al expirar el comodato. Su retorno a la plaza está supeditado a la vigencia del Decreto 1284 y su continuidad en el parque a la renovación del comodato, aunque están dispuestos a estudiar otros sitios estratégicos.
El silencio de las autoridades en la proximidad de la fecha es una calma preocupante, por ello Atribucay ya inició conversaciones con el congresista caleño Roberto Ortiz, a quien han acogido como su padrino y asesor del gremio. Desde ya se preparan para las conversaciones con las Autoridades Municipales, tendientes a conciliar el ejercicio de su actividad sin golpear lo logrado en ochenta años de servicio a la comunidad.
Hace siete años cesó para la Plaza de Caicedo el tableteo de los tipos sobre los rodillos de las pretéritas máquinas, no por ello su hacer descansa. Trasladadas al parque donde inmortalizados en bronce los poetas Gamboa, Isaacs, Llanos, Nieto y Villafañe, acompañan su silente tertulia con el ruidoso asomar de los golpeadores de las mecanógrafas, mientras los Escribientes redactan documentos y su propia historia de arte y vida.
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